Recordar es bueno para muchas cosas, como por ejemplo,
para aplicar un aprendizaje, para agradecer, para reafirmarse en los éxitos del
pasado,  o para reírse. Pero recordar
para amargarse la vida es un desatino. 
Y muchas veces recordamos  para seguir martirizándonos  con la culpa, con la vergüenza, con la rabia,
con el dolor y hasta con el desengaño. 
Y así hay mucha gente que va por la vida con ese
morral a cuestas.  Los recuerdos ingratos
esos que nos hacer sentir incomodos e infelices, nutren un pensamiento negativo
y logran despertar sentimientos perturbadores a nuestra tranquilidad y paz
mental, ocupan espacio y son pesados, hay que desecharlos.
No debemos darle oportunidad a que este tipo de
pensamiento tome el control de nuestros diálogos internos. 
¡Recordar debe servir para vivir!
¡Recordar debe servir para vivir!
 

 
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